viernes, 16 de diciembre de 2011

visión del totalitarismo

Hannah Arendt y su visión del totalitarismo
Jesús Alberto Castillo
jesacas@gmail.com

Una de las mujeres más influyentes del siglo XX fue, sin lugar a dudas, Hannah Arendt. Esta filósofa política y luchadora contra el nazismo nació en Hanover, Alemania, el 14 de octubre de 1906 y falleció en Nueva York, Estados Unidos, el 4 de diciembre de 1975. Proveniente de una familia judía, su verdadero nombre era Johanna Arendt. Precisamente, a partir de 1933 el régimen nazista comenzó a privar de derechos y perseguir a personas de origen judío, lo que permitió que dicha autora huyera a Francia y, posteriormente a Estados Unidos. Le fue retirada la nacionalidad alemana en 1937, por parte del gobierno de Hitler, y estuvo apátrida hasta que en 1951 obtuvo la nacionalidad estadounidense. Entre sus obras se destacan El concepto del amor en San Agustín: Ensayo de una interpretación filosófica (1929) Orígenes del totalitarismo (1951), La condición humana (1958), ¿Qué es la Política? (1959), Entre el pasado y el futuro (1961), Sobre la revolución (1963, y la polémica Eichmann en Jerusalén (1963), basada en su informe sobre los juicios a criminales de guerra nazis en 1961. Sus memorias, Correspondencia, 1926-1969, fueron publicadas en 1992.

Esta gran pensadora alemana defendió a ciegas el concepto del pluralismo en el escenario político. Creía que a través del él se generaría el potencial deseado para una libertad e igualdad del individuo en sociedad. De manera que resalta la democracia directa y la participación de los ciudadanos en el desarrollo social y política de la humanidad. Asume como perspectiva la inclusión del otro para fomentar la tolerancia de ideas y la libertad de pensamiento. Por otro lado, consideraba que en los respectivos convenios políticos y leyes se hacía necesario contar a niveles prácticos personas aptas y adecuadas. Por su pensamiento autónomo se presentaba de manera crítica frente a la democracia representativa, instituida por élites. Abogaba por los sistemas de consejos y la participación popular. De igual manera, era acérrima enemiga del totalitarismo, el cual se manifestaba de diversas formas mediante el régimen establecido.

El rescate de la libertad individual

La concepción política de Arendt se inscribe dentro de la libertad humana, principio rector de toda sociedad. Implica el desencadenamiento del hombre por reiventarse y ser protagonista de sus propias vivencias. Como señala acertadamente Rodolfo García Cuevas (2003) “encontramos en Arendt un rescate de la libertad individual y un profundo rechazo a las ideas totalitarias que actúan a través de fundamentalismos como sistemas de resquebrajamiento y sepultura del ser humano. El adoctrinamiento es peligroso porque tiene su origen en una perversión, no del conocimiento, sino de la comprensión que los seres humanos damos a nuestras vidas”. Ante ese horrible mal que se asoma en muchos gobernantes, la autora dirige su esfuerzo en rescatar la democracia deliberativa o directa como pilar fundamental de la práctica cotidiana del sujeto y rechazar cualquier forma de totalitarismo que impida la propia existencia humana.

Hannah Arendt, como buena discípula de Husserl, Jasper y Heidegger (aunque se distanció de este último por su defensa al régimen nazista), reflexionó sobre el ser. A partir del sujeto afirma que la noción del hombre debe desaparecer para dar lugar al género humano, lo que lleva a considerar que la existencia siempre excede a la esencial. Ello explica su existencialismo analítico que resalta que el hombre sólo existe en pluralidad. A partir de la existencia individual nos introducimos en el ámbito de lo humano. Esta condición nos permite repensar y reformular el significado de la política desde el punto de vista individual, reconociendo las diferencias en la convivencia común o pública. Aquí radica la tolerancia, la libertad de pensamientos e ideas y, por supuesto, el robustecimiento de la democracia participativa y, en consecuencia, del sistema político.

La redefinición de la polis

En su obra ¿Qué es la política? , la autora parte de una premisa fundamental, estar entre los otros. Esa es la pluralidad humana, la cual es el medio que permite garantizar la subsistencia de la sociedad. En vista que en el nacimiento hemos entrado en el Ser, compartimos con otras entidades el principio de la alteridad que sólo el hombre puede expresar. Esa es la razón y esencia de la vida. Somos parte de un conglomerado del cual estamos interrelacionados y dependemos para nuestra propia subsistencia. Por eso todas las actividades del hombre están condicionadas por la pluralidad humana, ya que no es el individuo, sino todos los individuos lo que habitamos la tierra y vivimos juntos como semejantes. Nos advierte que “la pluralidad es la ley de la tierra y condición de la política”. La verdadera política no puede ser más que la democrática, la cual es condición de la existencia y actuación del sujeto.

Para la autora, entonces, tiene sentido la política. Ella es una necesidad para la vida individual y colectiva. Su misión es asegurar la vida en el sentido más amplio de la palabra. El actuar del hombre es en libertad, por ello actuar es sinónimo de libertad y existencia. La libertad y la política encierran un binomio indisoluble. El individuo aislado, vive en un mundo privado, en cambio, lo público es el ser y estar con los otros. La libertad sólo es conquistada en la polis. Su creación tiene que ver con una serie de normas jurídicas que están por encima de las tradiciones locales. En definitiva, se trata de una comunidad de personas (Koinonía) con independencia propia (Autárkeia) bajo una misma ley (Nomos) y con una organización política (Politeia) que se da en un espacio geográfico (Hélade) y tiene como fin la práctica (Praxis) política como condición de realización humana mediante el cultivo de las virtudes (Árete).

Bajo el argumento de Arendt la polis marca un espacio diferente. Es la vida civilizada de la ciudad. El espacio político por definición, es decir, el lugar donde se toman las decisiones que afectan el interés público. Es diferente al concepto de aldea, donde las actividades tienen un carácter privado o particular. A partir de este espacio la política tiene sentido. Es la posibilidad de comenzar algo nuevo. Es sinónimo de gobernar. En ella toda iniciativa comienza con la idea individual pero se concluye con la participación de otros. De manera que, en términos politológicos, la polis es la esencia fundamental de toda existencia humana. Desde esta perspectiva, observamos en el pensamiento de Arendt su denodado interés por rescatar la polis griega, la libertad del hombre y la democracia directa.

La condición humana

La autora considera que los seres humanos estamos condicionados, ya que todas las cosas con que entran en contacto se convierten en condición de existencia. Por ello propone una reconsideración de la condición humana desde nuestros temores y experiencias. Nos exhorta a pensar en lo que hacemos y a evitar la barbarie hacia donde se dirige la contemporaneidad. A su juicio, el hombre actúa bajo dos formas de vida, la vida activa y la contemplativa. En la primera se dan tres actividades fundamentales: labor, trabajo y acción, condiciones básicas del hombre en la tierra. La contemplación dependerá de las tres anteriores, es decir, de la labor que produce todo lo necesario para mantener vivo el organismo y la especie humana, del trabajo que crea lo necesario para albergar al cuerpo y la acción para organizar la vida en común y permitir que la contemplación esté garantizada.

La naturaleza del totalitarismo

Destaca García Cuevas que el pensamiento de Arendt permite ver la modernidad y reformular la idea del hombre, la ciudad y la política a partir de sus reflexiones que hace en Los orígenes del totalitarismo donde expone que el régimen totalitario es diferente a otras formas de opresión política como el despotismo, la tiranía y la dictadura. En el totalitarismo existen como características notorias la despersonalización del sujeto, la transformación de las clases sociales en masas, el control del poder en el aparato policial y la práctica de una política exterior dirigida a la dominación del mundo.

Hanna Arendt, al padecer la persecución del führer Adolfo Hitler, no vaciló en señalar que todo régimen totalitario se apoya en la exaltación de la figura del líder, el monopolio ideológico, el control de los medios de poder y persuasión, la propaganda política, y el sistema policial con dominio de los campos de concentración o sistema penitenciario. Bajo este tipo de régimen las masas modernas no tienen identidad, ni raíces e interés comunes. Se vuelven fanáticas. Puso como ejemplos ilustrativos el nacionalsocialismo en Alemania y el comunismo en la extinta Unión Soviética. En el primero reinaba la figura de Hitler, en el segundo, Stalin. En fin, para Arendt el totalitarismo denota agresividad en su política exterior, violencia, sed de poder, terror y voluntad de dominio dentro de un Estado monolítico. Estas advertencias de la autora siguen vigentes y deben llamar la atención a quienes luchamos día a día en la defensa y garantía de las más elementales libertades cívicas y del propio sistema democrático.

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