jueves, 1 de diciembre de 2011

La virtud creadora de la comunicación

Jesús Alberto Castillo
jesacas@gmail.com

El hombre de hoy es un ser movido por los medios de comunicación. Su imaginación y acción vuelan al compás de las nuevas tecnologías informativas. Es un sujeto involucrado en los juegos interactivos, las redes sociales y cualquier otro dispositivo que le permita interrelacionarse con sus semejantes. Esa famosa sociedad de masas ha dado paso a la sociedad de la información. Por eso muchos teóricos hablan del homo comunicator, el hombre que está irremediablemente atrapado a la magia de la comunicación. A través de ella, el individuo actúa e incide en la historia cotidiana. En fin, la comunicación, como proceso envolvente, termina siendo una condición de la vida misma del sujeto.

La comunicación contiene una virtud creadora, puesto que da a cada persona una visión del entorno y su relación con los demás. Al respecto, Massimo Desiato (1996) destaca que “en el mundo de la palabra se realiza la edificación de la vida personal, prestándose siempre la comunicación de las personas bajo la forma de una explicitación de valor”. Aquí el autor enfatiza los valores morales y éticos de los individuos que se ven reforzados por los medios de comunicación social. La comunicación adquiere una significación ética, más allá del conjunto de herramientas publicitarias que afectan la vida diaria. Es impensable que el hombre por si sólo se forme en el proceso social. En él recae una serie de variables comunicacionales que terminan moldeando su conducta como unidad psicobiológica.
La comunicación directa
El individuo vive su experiencia con un conglomerado social. Interactúa a cada minuto. Se relaciona para sobrevivir. Baila, canta, cultiva amistades, sufre y disfruta con los demás. Entra en conflicto, pero también establece alianzas. Es un animal político por naturaleza, parafraseando a Aristóteles. Su dominio está condicionado por su capacidad de relacionarse y formar parte de una complejidad social. En principio se encuentra así mismo, establece su espacio en carne y hueso. Luego, trasciende con los demás. Esta persona comparte una comunidad en el tiempo y establece relaciones con experiencias humanas comunes. Capta pensamientos recíprocos y reproduce su actuación en la medida que su experiencia se lo permite.
La primera comunicación con los demás es “cara a cara”. En esta tipología comunicacional el cuerpo humano juega un rol fundamental, ya que transmite a primera vista lo gestos del ser humano. Tal situación puede reflejar equívocamente una noción de la persona. Es como dice el refrán “la primera impresión es la que cuenta”. Se produce una experiencia predictiva que trastoca la conciencia y se traslada al resto de la sociedad. El rostro, la mirada, las manos pueden decir mucho. Lo corpóreo delata al sujeto, aunque no de manera integral. Todo es una percepción, es decir, una visión alejada de la realidad. Esa presencia con el otro conducen a una convivencia donde la palabra es el puente básico de aptitudes y acciones humanas.
Esa comunicación “cara a cara” o directa es la primera forma de relación humana. En ella participamos desde que llegamos al mundo. Es el rostro de nuestra madre inclinado sobre el nuestro comunicándonos su amor y su solicitud (Desiato, 1996). Sin embargo, en la medida que crecemos, dicha comunicación se va diferenciando en diversos niveles y establece un conjunto de estereotipos que marcan el comportamiento de los individuos. El verbo, los gestos, el caminar se hace parte del individuo y lo moldean en su contacto diario con sus semejantes. Es un “sello” que cada uno de nosotros tiene en la medida que establecemos comunicación directa con el entorno, sea éste familiar, educativo, político y social.
La palabra y configuración del hombre
La importancia de la comunicación en nuestras vidas se materializa a cada minuto. Necesitamos hablar, crear imágenes o hacer señas para comunicarnos con los demás. De lo contrario, estamos condenados a morir. La imagen configura la vida del hombre, es su hilo conductor. El lenguaje corpóreo, explícito o tácito hace que el hombre se convierta en sujeto de su propio ambiente. Es esencia y vivencia. Le permite transformar y crear para trascender como actor social. El lenguaje simboliza su visión y acción del mundo, al cual se enfrenta todos los días como un guerrero. Por ejemplo, una escena de violencia en televisión lo puede impactar sobremanera en su aspecto psíquico, consolidando una postura ante la vida.
El individuo se va fraguando así mismo y con los demás, gracias a esa compleja red comunicacional. Se produce una hiperrealidad que predispone al sujeto y a sus semejantes para generar un proceso interactivo de la sociedad. Surgen los constructos y referencias de ideas. El debate se hace presente en cada uno de nosotros. Las diferencias y semejanzas sobre la vida. La palabra es la fuerza del hombre que la transmuta con fuerza a las localidades próximas o lejanas. Esa multiplicidad de relaciones van consolidando la identidad nacional y la noción de pueblo que conocemos actualmente. Hombre, comunicación y realidad dan paso a los convencionismos sociales.
Crear y transformar es el asunto
La interacción del hombre con su entorno produce una aguda tensión que va a impactar, luego, en los referentes epistémicos de la humanidad. La ciencia no escapa a este fenómeno. Ella se transforma y arroja nuevos postulados y leyes. Es la visión accionalista de la intervención humana, tal como lo señala Alain Touraine. A través de la comunicación el sujeto inventa, crea y fabula su propia realidad. Sueña y cristaliza su visión. Los valores que adquiere en su proceso cognitivo y comunicacional le permiten asumir una postura de avanzada ante los desmanes del poder político y económico. Su transvaloración del mundo lo hace partícipe del cambio. Para ese fin nace el hombre. Modificar su hábitat en la búsqueda de bienestar colectivo.
Ese cambio no puede traducirse en anarquía, sino en la capacidad de trastocar lo que no sirve. El hombre tiene su utopía que intenta hacerla realidad. La comunicación se convierte en una gran herramienta para que el hombre invente y crea. Por eso vemos literatos, pintores, actores, escritores que hacen de la imagen comunicacional su artillería para crear conciencia de su entorno. Esencia, desesperación, vivencia, amor, pensamiento y acción se fusionan para afectar la realidad existente. Es como dice Nietzsche “la configuración del hombre en sí no coincide con la integración social. Lo fundamental es que se encuentre ese equilibrio entre la comunidad y el individuo, para dar lugar a la transvaloración de todos los valores, la nueva moral”. A partir de ese planteamiento, el hombre está obligado a trascender a cómo de lugar. No puede ser un sujeto limitado, anclado en una parálisis paradigmática, moldeable y manipulable por los poderosos. La historia le presenta al sujeto una gran oportunidad para cambiar en pensamiento, en forma de vida y abrir caminos para una sociedad más transparente y capaz de garantizar la prosperidad de los pueblos. En este reto, la comunicación, con sus diversas manifestaciones y géneros, sirve para crear y transformar en beneficio de toda la humanidad.

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